¡Hola famila! Soy el primo Víctor y quería escribir otra historieta parecida a la que escribí del
e-mail, espero que os guste:
Un hombre, por llamarlo de alguna manera, como él mismo, con lágrimas a flor de piel reconocía, que tuvo que viajar y hospedarse en un hotel con tan mala suerte, que nada más cerrar tras de si la puerta de la habitación, sintió aquello que se llama repentino apretón, y retortijones de última hora; frase que popularmente se reconoce como: “pa que las prisas” (se va a cagar). Llega al hotel, tiene terribles retortijones, cierra la puerta tras de sí e intenta, obviamente, acceder al cuarto de baño pero e de aquí, o sorpresa, o dolor, o campos de soledad mustios collados, que al intentar abrir la puerta del retrete no cede la puerta, está atrancada. Empujón, golpe, se le pasa por la cabeza llamar a recepción, pero claro, recepción no llega, este hombre que se va, que se va, que se va… y entonces: ¿que hace este pobre hombre desesperado? Pues justo lo que no hubiéramos hecho ninguno, pero que él hace en un momento de desesperación, renuncia a entrar en el baño, se quita un zapato, se quita el calcetín y caga en el calcetín. Era tal la ansiedad , era tal la necesidad, tal los dolores que no se le ocurre otra cosa, no da para más; entonces si, en el momento de realizar la faena pues es muy triste, pero que triste es, después de haberla realizado y ser consciente de que te encuentras en una habitación de un hotel, con un calcetín lleno de tu propio producto, es muy triste; momentos muy tristes; entonces, ¿cómo justificas esto?, teniendo en cuenta, que no tiene acceso al baño para arrojarlo al váter, tienes que llamar a alguien, y que vea alguien que tienes un calcetín con el producto en la mano, ¿lo tira a la papelera? No puede ser. Entonces decide el “plan B”, que es un plan lamentable por otra parte, un plan muy triste, que no se le ocurriría a nadie, pero este lechón, acosado por las circunstancias decide hacerlo: abre la ventana, y decide arrojarlo lo más lejos posible. Lo más lejos posible para que en ningún momento, haya ninguna posibilidad de que alguien relacione, o que alguien vaya a unir, el calcetín, la mierda y él mismo. Entonces, para arrojar el calcetín lo más lejos posible, se le ocurre, puesto que el hombre ha visto varias películas del oeste lanzando el lazo y tal, hacer unos giros variados en el aire, como las boleadoras argentinas, para arrojarlo a la distancia. Giro 1, giro 2, giro 3, giro 4, y cuando va por el giro 5, se da cuenta de una cosa que mucha gente sabemos, pero muy poca reconocemos, que tenía un tomate en el calcetín (un agujero). Ese tomate en el calcetín, ha facilitado la salida del elemento incluido en el calcetín, que ha desperdigado la mierda por paredes, edredón, suelo, puertas y techos. Entonces se encuentra nuestro amigo con un calcetín semivacío, y la habitación fumigada de mierda, y se le pone un nudo en el cerebro, porque, claro, ¿qué haces? Pues lo que queda en el calcetín, sin más miramiento lo arroja por la ventana, sin ver a quien cae, cierra la ventana, y tiene que llamar a recepción y pedir por favor que venga la señora de la limpieza. La señora de la limpieza, viene, no dice nada, observa, sigue observando, no dice nada, continúa observando y no dice nada; se queda perplejica la señora de la limpieza; entonces, el hombre, ante el sofocón, ya agobiado, dice:
-Señora, le doy cinco mil pesetas, si usted me limpia la habitación y no le dice a nadie lo que ha pasado aquí.
La señora de la limpieza en un arranque de maestría, en sus recepciones, le contesta lo siguiente:
-Pues mire, yo le doy a usted el doble, diez mil pesetas, si me explica cómo ha sido posible que cague usted de esta manera.
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EL CALCETÍN
Un hombre, por llamarlo de alguna manera, como él mismo, con lágrimas a flor de piel reconocía, que tuvo que viajar y hospedarse en un hotel con tan mala suerte, que nada más cerrar tras de si la puerta de la habitación, sintió aquello que se llama repentino apretón, y retortijones de última hora; frase que popularmente se reconoce como: “pa que las prisas” (se va a cagar). Llega al hotel, tiene terribles retortijones, cierra la puerta tras de sí e intenta, obviamente, acceder al cuarto de baño pero e de aquí, o sorpresa, o dolor, o campos de soledad mustios collados, que al intentar abrir la puerta del retrete no cede la puerta, está atrancada. Empujón, golpe, se le pasa por la cabeza llamar a recepción, pero claro, recepción no llega, este hombre que se va, que se va, que se va… y entonces: ¿que hace este pobre hombre desesperado? Pues justo lo que no hubiéramos hecho ninguno, pero que él hace en un momento de desesperación, renuncia a entrar en el baño, se quita un zapato, se quita el calcetín y caga en el calcetín. Era tal la ansiedad , era tal la necesidad, tal los dolores que no se le ocurre otra cosa, no da para más; entonces si, en el momento de realizar la faena pues es muy triste, pero que triste es, después de haberla realizado y ser consciente de que te encuentras en una habitación de un hotel, con un calcetín lleno de tu propio producto, es muy triste; momentos muy tristes; entonces, ¿cómo justificas esto?, teniendo en cuenta, que no tiene acceso al baño para arrojarlo al váter, tienes que llamar a alguien, y que vea alguien que tienes un calcetín con el producto en la mano, ¿lo tira a la papelera? No puede ser. Entonces decide el “plan B”, que es un plan lamentable por otra parte, un plan muy triste, que no se le ocurriría a nadie, pero este lechón, acosado por las circunstancias decide hacerlo: abre la ventana, y decide arrojarlo lo más lejos posible. Lo más lejos posible para que en ningún momento, haya ninguna posibilidad de que alguien relacione, o que alguien vaya a unir, el calcetín, la mierda y él mismo. Entonces, para arrojar el calcetín lo más lejos posible, se le ocurre, puesto que el hombre ha visto varias películas del oeste lanzando el lazo y tal, hacer unos giros variados en el aire, como las boleadoras argentinas, para arrojarlo a la distancia. Giro 1, giro 2, giro 3, giro 4, y cuando va por el giro 5, se da cuenta de una cosa que mucha gente sabemos, pero muy poca reconocemos, que tenía un tomate en el calcetín (un agujero). Ese tomate en el calcetín, ha facilitado la salida del elemento incluido en el calcetín, que ha desperdigado la mierda por paredes, edredón, suelo, puertas y techos. Entonces se encuentra nuestro amigo con un calcetín semivacío, y la habitación fumigada de mierda, y se le pone un nudo en el cerebro, porque, claro, ¿qué haces? Pues lo que queda en el calcetín, sin más miramiento lo arroja por la ventana, sin ver a quien cae, cierra la ventana, y tiene que llamar a recepción y pedir por favor que venga la señora de la limpieza. La señora de la limpieza, viene, no dice nada, observa, sigue observando, no dice nada, continúa observando y no dice nada; se queda perplejica la señora de la limpieza; entonces, el hombre, ante el sofocón, ya agobiado, dice:
-Señora, le doy cinco mil pesetas, si usted me limpia la habitación y no le dice a nadie lo que ha pasado aquí.
La señora de la limpieza en un arranque de maestría, en sus recepciones, le contesta lo siguiente:
-Pues mire, yo le doy a usted el doble, diez mil pesetas, si me explica cómo ha sido posible que cague usted de esta manera.

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